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Al límite: Bentley Continental Flying Spur Speed – Un viaje de lujo

Más de 1.000 kilómetros separan las ciudades de Múnich yLe Mans, un recorrido que nos lleva por las poblaciones de Stuttgart y Metz, a través de la campiña de París hasta llegar al Loira.

Con este coche llegamos a nuestro destino en apenas once horas, tiempo suficiente para acostumbrarse al Bentley Continental Flying Spur en el viaje de ida y tiempo suficiente para sentirse como en casa en el viaje de vuelta.   «¿Le explico cómo funciona el coche?», me pregunta un hombre que no supera la treintena embutido en un traje azul al recoger la unidad de prueba en Múnich, a lo que respondo con una cierta dosis de consternación que no hace falta ya que, al fin y al cabo, ya me he puesto alguna vez a los mandos de un Phaeton. Prometo que esta será la única comparación inapropiada con Volkswagen, ya que a pesar de que el Continental Flying Spur aprovecha la base técnica del Phaeton y los más entendidos no tendrán ningún problema en reconocer alguno que otro de sus componentes, el Bentley juega en una liga completamente diferente y el parentesco elegido no le resta ningún mérito; todo lo contrario, no tenemos nada que objetar al hecho de contar con una buena base.

Verde y rosa

Y tampoco tenemos nada en contra de lo que el equipo de ingeniería habitual de Bentley ha conseguido. Ante mí se encuentran 5,29 metros de puro lujo. Elegante en su exterior, con una carrocería imponente y carente de adornos superfluos y revestido de la mejor de las pieles en su interior. Solo la oferta de colores para la piel de las puertas y la pintura podría llegar hojas enteras, ya que en esta ocasión los responsables no han dejado nada al azar y la lista de posibilidades incluye colores tan raros como el verde o el rosa. En caso de que no encontremos el tono adecuado, siempre podremos recurrir a unas palabras bonitas y unos cuantos billetes más.

Una vez acomodados en los enormes y cómodos asientos y tras cerrar las pesadas puertas nos encontramos en un oasis de calma y tranquilidad. Sus gruesas ventanillas apenas dejan pasar ruido del exterior y el motor tan solo emite un suave ronroneo al pulsar el botón de arranque, tal y como debe ser en un doce cilindros. Y puesto que el propulsor turbo de 6 litros de cilindrada oculto debajo del capó de aluminio adornado con el logotipo «Flying B» –cuyo apéndice «Speed» ya nos hace pensar en un aumento de potencia con respecto a los 560 CV habituales (ahora 610 CV)– rara vez tiene que esforzarse demasiado, una vez en marcha tampoco nos advierte de su presencia. Lo que conforma su acústica son más bien las ruedas, el aire y los susurros procedentes de las toberas de ventilación redondas.

Excelente acústica

A no ser que queramos demostrarnos a nosotros mismos o a los demás que el Continental Flying Spur –también denominado CFS por los más entendidos– no es una pesada berlina sino un superdeportivo. Una ligera presión sobre el pedal del acelerador resulta suficiente para despertar la bravura de sus caballos. Su imponente par motor llega rápidamente a las cuatro ruedas y es trasladado sin ningún tipo de problema al asfalto por las ruedas de 20 pulgadas. Ahora sí que no podemos hablar de silencio, ya que sus doce cilindros parecen transformarse de repente en toda una orquesta; igual de imponente y solemne que Montserrat Caballé en su papel de Brunilda en la obra El ocaso de los dioses.

Acompañado de trompetas y timbales avanza por tanto el Flying Spur como si no hubiera mañana. Sus dos toneladas y media de peso en vacío son impulsadas en tan solo 4,8 segundos hasta los 100 kilómetros por hora y casi parece como si Bentley le hubiera hecho una jugarreta a Newton y hubiera anulado por un momento todas las leyes de la física. Como si la propulsión no quisiera acabar nunca, el Bentley Continental Flying Spur avanza sin piedad hasta alcanzar los 322 km/h, momento en el que parece que las leyes de la naturaleza despiertan de nuevo y la enorme resistencia aerodinámica obliga a poner coto a esta progresión.

Lo que le recuerda rápidamente al conductor que existe una fuerza aún más potente: las curvas. Con la misma ligereza con la que esta bestia británica de acero de alta resistencia avanza en las rectas se percibe también claramente el cambio de masas incluso en las curvas más amplias de la autopista, donde el Bentley parece querer salirse de la trazada. En este caso tampoco ayuda tensar más los muelles neumáticos. Los que estén seguros de que sucumbirán en más de una ocasión a la tentación de pegar la aguja del velocímetro a la derecha del dial deberían plantearse la posibilidad de encargar los frenos cerámicos de carbono capaces de convertir la energía en calor de forma más vehemente que los ya de por sí buenos frenos que monta de serie.

Hora de disfrutar

Sin embargo, igual de atractivo, e incluso algo más tentador que ir a toda pastilla, es rodar de forma relajada. Cuando el tren de rodaje se configura en modo confort, el propulsor vuelve a desempeñar su trabajo de forma silenciosa y el Bentley rueda suavemente a velocidad moderada llega el momento de relajarse y el trayecto hasta Le Mans se convierte en unas vacaciones cortas pero tranquilas. Por fin podemos dirigir la vista a los instrumentos de exquisito diseño, mirar la hora en el reloj Breitling que corona una prominente consola central o sentir con los dedos la palanca de cambio de superficie estriada fabricada en aluminio que se mantiene erguida como la guardia personal de la Reina de Inglaterra.

Incluso los pasajeros del fondo, los cuales no encontrarán demasiada sujeción lateral en los asientos traseros, por lo que en trazados sinuosos más les vale tener bien abrochado el cinturón de seguridad, viajarán cómodamente en los asientos de regulación eléctrica si se mantiene este modo de conducción. Gracias al programa de entretenimiento que llega hasta los ocupantes de las plazas traseras a través de los monitores integrados en los reposacabezas de los asientos delanteros y al excelente sonido del sistema de audio Naim los viajes se realizan en primera clase. Además, sus más de tres metros de batalla permiten cruzar las piernas con total libertad para ver pasar los kilómetros a través de sus enormes ventanillas.

Algo bueno a la hora de repostar

Toda esta relajación desaparece de forma repentina –al menos en el caso del conductor– por miedo a echar un vistazo al indicador del depósito de combustible y a tener que detenerse en la estación de servicio. Sin embargo, todo depende del modo de conducción que hayamos elegido para nuestro trayecto. Rodando de forma relajada el Flying Spur consume aproximadamente 15 litros de gasolina a los 100 kilómetros, mientras que por ciudad y pisando sin piedad el acelerador a igualdad de kilómetros esta imponente berlina es capaz de consumir 20 litros o más. De esta forma, su depósito de 90 litros no sería suficiente ni para 500 kilómetros.

Aquellos que sufran por esto y les de miedo pensar en la factura de la gasolina al menos se verán recompensados con un exquisito placer para el tacto. La tapa de metal macizo fabricada en una sola pieza es toda una exquisitez y da gusto desenroscarla. Por desgracia, esta pesada pieza que pende de un sistema de sujeción algo débil también resulta ideal para dañar la pintura.

Exclusividad por doquier

Y eso sería una pena, ya que seguramente habremos invertido un dineral en ella. Los que prefieran brillar al lado de un Bentley mate encontrarán en su factura una partida especial de aproximadamente 20.000 euros. Y este no es el único extra que llama la atención en la larga lista de deseos exclusivos, ya solo las opciones de madera, piel y revestimiento del suelo ocupan tres páginas. La oferta incluye desde chapa de madera de nogal hasta laca piano –opcionalmente con inserciones en cromo o aluminio–, pasando por costuras de contraste en color magenta y refuerzos en piel para los bordes de los asientos hasta reposacabezas bordados y moqueta de lana de cordero.

De esta forma, su precio básico de aproximadamente 208.000 euros se puede incrementar a placer –y en función de la cuenta bancaria– y si nuestro deseo no se encuentra entre la amplia oferta de opciones seguro que el fabricante de lujo británico no tendrá ningún problema en hacerlo realidad también. Sin embargo, mi deseo es el único que no se cumple: no tener que devolver nunca este Bentley.

¿Preparado para lo siguiente?

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