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Primer contacto: Bentley Flying Spur – De otro mundo

Una y otra vez se quita los guantes rojos de seda para volver a ponérselos a toda prisa pasados unos segundos. Esto lo hace en múltiples ocasiones, casi en cada semáforo en rojo.

Y en Pekín hay muchos semáforos; aunque cuando no es el sistema de alumbrado son los atascos los que hacen que uno tenga que detenerse. Al Sra. Li –así es como la llamo yo, ya que preguntarle cómo se llama sería casi misión imposible puesto que no habla una palabra de inglés– intenta minimizar el estrés que le provocan los interminables atascos a su manera: cambia cada pocos segundos de carril con su Hyundai Elantra de los años 90, decide de forma espontánea dar pequeños rodeos –y cuando nada de esto ayuda entonces pita como si eso sirviera de algo.

Por desgracia todas estas estrategias no hacen que vayamos más deprisa, ya que aquí todo el mundo hace lo mismo. Pero no mi importa, ya que de esta forma dispongo de tiempo suficiente para observar con detenimiento el inusual movimiento que tiene lugar en estas carreteras de cinco, seis o incluso más carriles. Modelos baratos de fabricantes nacionales, cuyos nombres ni se han oído nunca ni se pueden pronunciar en Europa, se mezclan con las versiones largas de los modelos de clase media superior consolidados en el viejo continente y con multitud de vehículos de dudosa seguridad; mejor no intentamos pasar una ITV con sus camiones sobrecargados, sus inestables medios de locomoción de tres ruedas y los vehículos construidos con lo primero que su dueño ha encontrado en el garaje.

Para el olfato y el oído

A esto hay que añadir lo que constituye todo un cóctel para el olfato y el oído y que penetra a través de las ventanillas del Hyundai. Un sinfín de pitadas se mezclan con retazos de palabras descolgadas de conversaciones en ocasiones demasiado animadas, mientras que los gases de escape se confunden con el olor a pato asado que ofrecen los vendedores ambulantes apostados al borde de la acera. Junto con el balanceo rítmico del taxi, cuyos amortiguadores han conocido tiempos mejores, estas exóticas impresiones me trasladan a una especie de trance; efectivamente, China es otro mundo.

Pero el país de Mao es, sobre todo, un mundo de dos caras. Mientras que en los hutongs –los callejones que forman el casco antiguo de Pekín– varias generaciones de una misma familia se hacinan en pequeñas viviendas, otros residen en grandes palacios. Riqueza y pobreza se dan la mano en las metrópolis – China cuenta con más de 200 ciudades que superan el millón de habitantes. Los chinos mejor situados son también los que actualmente les están sacando las castañas del fuego a los fabricante de automóviles alemanes. Mientras el mercado en Europa se encuentra en una situación de estancamiento y en EE. UU. apenas ha experimentado un leve aumento, China presenta índices de crecimiento de dos cifras, en parte muy superiores al 20%.

Claros contrastes

Esto es algo que beneficia a la marca Bentley. El año pasado, el fabricante de automóviles de lujo vendió más de un cuarto de sus aproximadamente 8.500 unidades fabricadas en China. No es de extrañar, por tanto, que los británicos hayan elegido la ciudad de Pekín para presentar su nuevo Flying Spur; 6 de cada 10 unidades del anterior modelo de berlina se vendieron en el país de Mao –y la tendencia va en aumento. Un automóvil de otro mundo – para otro mundo.

Los contrastes se hacen patentes por primera vez cuando la Sra. Li accede con su taxi a la entrada del hotel de lujo situado en frente de la ciudad olímpica surgida de la nada para las Olimpiadas de 2008 y se detiene al lado del impresionante Bentley engalanado para la ocasión. Con una longitud de 5,29 metros, el Flying Spur sobresale un buen trecho tanto por delante como por detrás del taxi. El nuevo modelo británico ha crecido un poco como resultado de la profunda revisión a la que ha sido sometido, pero lo que salta sobre todo a la vista es su nueva estética.

Un modelo casi nuevo

Esto es algo que el departamento de marketing de la casa Bentley –que no quiere oír ni hablar del término reestilización sino que prefiere hablar de un nuevo modelo– pretende dejar claro ya con el nombre. Si bien hasta ahora la berlina formaba parte de la familia de los Continental, junto con el Coupé (GT)y el Cabrio (GTC),a partir de ahora tendrá que prescindir de este suplemento y hacerse llamar solo Flying Spur. Sin embargo, su rostro –ahora con unos grupos ópticos más grandes– no puede ocultar su parentesco con los dos derivados más elegantes.

La zaga del nuevo Flying Spur, ahora con una carrocería completamente nueva, da buena cuenta del trabajo realizado por los diseñadores, puesto que presenta un lenguaje de formas mucho más elegante. El Bentley es ahora más plano y sus faros traseros anchos le otorgan una independencia con la que antes no contaba. Coincidiendo con la renovación de la zaga el maletero ha aumentado su capacidad hasta los 475 litros, aunque si tenemos en cuenta las dimensiones de este coloso no resulta excesivo. Sin embargo, cabe recordar que la mayor parte del espacio está dedicado a los pasajeros.

Diversión al volante

Y como ya ocurría en su antecesor, espacio es precisamente de lo que más pueden disfrutar sus ocupantes, tal y como pude comprobar durante la primera prueba de conducción tanto en el asiento del conductor como en la parte trasera. Incluso midiendo 1,93 metros uno encuentra un buen sitio como conductor, si bien el larguero sigue estando a una distancia peligrosamente corta de la cabeza. Las piernas en cambio caben sin problemas debajo del volante de piel y tacto agradable; esto es algo importante ya que al fin y al cabo el Bentley se considera un automóvil para conducirlo uno mismo y que invita a mandar al chófer a casa –al menos durante el fin de semana.

Por eso no es de extrañar que aquél en situación de invertir unos 192.000 euros (aproximadamente 10.000 más que su predecesor), también desee disfrutar del placer que proporciona su motor de doce cilindros y 625 CV. Este motor Biturbo de disposición en W, seis cilindros y potente en el arranque procede en realidad de la casa VW (Phaeton), aunque ha sido sometido a una exhaustiva revisión que lo ha mejorado considerablemente y ahora está asociado a un cambio automático de ocho velocidades –en lugar de seis– que trabaja de forma sumamente discreta con los casi 800 Nm de par motor, distribuyéndolos casi siempre de forma perfecta entre los ejes. Tan solo por carreteras con gravilla la pérdida de adherencia es en ocasiones más rápida que su tracción integral con acento especial sobre el eje trasero. Sin embargo, en una fracción de segundo la electrónica de regulación pone al eje trasero en su sitio.

Menos consumo, más confort

El nuevo cambio no solo incrementa el confort, sino que reduce sobre todo el consumo, algo sorprendente si tenemos en cuenta que a pesar de haber adelgazado 50 kilos el conjunto sigue pesando 2,5 toneladas. Este doce cilindros que, a pesar de desarrollar su máxima potencia a 2.000 revoluciones comienza a sentirse a gusto a regímenes inferiores y que en realidad solo resulta audible a plena carga, consume –oficialmente– 14,7 litros; en ocasiones fueron 16,6 litros y en la práctica no baja nunca de 20. Sin embargo, tras los primeros 400 kilómetros el ordenador de a bordo del nuevo Spur nos sorprendió con un consumo una décima por debajo del valor homologado.

Aumentar el confort fue uno de los requisitos imprescindibles a la hora de revisar el Flying Spur. Esto resultaba especialmente importante de cara a la nueva Clase S, un modelo que se estrenará dentro de unos días y que además de la habitual versión de chasis largo también comparecerá con un sustituto para el Maybach de dimensiones extralargas al más puro estilo Bentley. Y para poder plantarle cara (no solo) a la competencia procedente de Stuttgart se ha aumentado también la rigidez de la carrocería (lo que reduce un poco las oscilaciones), se ha reducido el nivel de ruido (parece que las conversaciones entre la parte delantera y la trasera han mejorado hasta en un 40%) y se ha desarrollado una nueva combinación de llantas y gomas.

Si quisiera...

Las nuevas ruedas 19 pulgadas no pueden competir estéticamente con las llantas de 20 o 21 pulgadas, pero esto solo se aprecia si se comparan de forma directa y el confort de rodadura mejorado compensa cualquier posible inconveniente. Así, el Spur rueda de forma exquisitamente suave por las castigadas carreteras chinas. Siempre y cuando la suspensión neumática de serie se encuentre en modo confort, algo que seguramente se convierta en el modo habitual, ya que estamos prácticamente seguros de que nadie en su sano juicio intentará dar rienda suelta a sus pretensiones deportivas con este coche.

La posibilidad de endurecer la configuración muelles/amortiguadores, al igual que las superfluas –y además incómodas– levas en el volante y el hipotético tiempo de aceleración de 4,6 segundos entran dentro de la categoría del «podría hacerlo si quisiera». Máxime cuando, a pesar de poder explotar al máximo el tiempo de aceleración, la velocidad máxima de 322 km/h seguirá siendo teoría fuera de las fronteras alemanas. Su predecesor también podía llegar a esos límites y demostró que, sintiéndolo mucho, sus dos toneladas de peso resultan demasiado para este tipo de escapadas, independientemente de si la carretera está en buen estado o si se cuenta con los mejores frenos. Por lo hablar del trazado de las curvas...

Nuevo mando a distancia

Para que en el futuro los pasajeros de las plazas traseras también sepan lo rápido que el conductor maneja el Flying Spur, Bentley ha desarrollado un nuevo sistema de control para la segunda fila. En la consola central hay ubicada una unidad de control con pantalla táctil del tamaño de un smartphone que se puede extraer y a través de la cual se puede regular el aire acondicionado y algunas de las funciones de entretenimiento básicas, pero que también permite mostrar un tacómetro digital y el cuentakilómetros.

Esto, junto con las grandes pantallas incorporadas a los asientos delanteros, las prácticas bandejas abatibles y un refrigerador para champán situado en el reposabrazos central, pretende mimar al máximo a los pasajeros durante el trayecto –y lo consigue, tal y como puede comprobar en la segunda parte de la prueba de conducción. De esta forma, ni siquiera el hecho de estar atrapado en un atasco supondrá una prueba para el maltrecho sistema nervioso de los más pudientes. Tan solo el encanto de lo exótico quedará fuera de nuestro alcance, ya que los olores y los sonidos del otro mundo no tienen ninguna posibilidad de penetrar a través de las ventanillas de doble cristal...

Conclusión

Una vez más un fabricante de automóviles de lujo nos demuestra que lo bueno siempre se puede mejorar. El Flying Spur se beneficia claramente de las profundas revisiones realizadas, su nueva carrocería le hace parecer más independiente y ofrece más confort que hasta ahora, sobre todo con las nuevas llantas de 19 pulgadas. El plus de potencia de su motor es un buen añadido que no hubiera sido necesario, pero que constituye un buen argumento de venta. Y por supuesto que el Bentley también tiene que diferenciarse de su predecesor en este aspecto.

Con el nuevo sistema de control en la parte trasera Bentley da un enorme paso hacia adelante, aunque es una lástima que el sistema de navegación y entretenimiento siga basándose en la tecnología del Phaeton algo entrada en años. Adaptar el sistema de Audi, que ya se utiliza entre otros modelos en el buque insignia de la casa, el Mulsanne, habría resultado seguramente demasiado caro y hubiera aumentado aún más la ya de por sí importante diferencia de precio de 10.000 euros con respecto a su antecesor. Solo ese suplemento es ya más de lo que cuesta el taxi de la Sra. Li. Está claro que los precios son también de otro mundo.

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