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Prueba: Mazda CX-3 1.5 Skyactiv-D – Entre dos mundos

Para estar presente en uno de los segmentos más populares del mercado, Mazda se sacó de la chistera este CX-3 que combina el diseño del Mazda 2 con la robustez del CX-5.

Impulsado por un excelente motor diésel de 1.5 litros y 105 CV, hemos escogido una versión un tanto rara como es la que está asociada a la caja de cambios automática y a la tracción integral. En una familia de tres hermanos, el primero, será siempre recordado por eso mismo, por ser el primogénito, mientras que el último es el que más afecto y cuidados recibe. Entonces, ¿en qué lugar queda el del medio? Por regla general, el segundo en nacer suele ser el más independiente, aquel que sabe sacarse las castañas del fuego pero, al mismo tiempo es el que más aprende del comportamiento de los otros dos, adaptándose al entorno de la mejor manera posible.

Puede que te resulte una introducción un tanto rara, pero encontrarás el sentido si sigues leyendo. Y es que el protagonista que copa esta prueba bien podría considerarse como el hermano intermedio… aunque en realidad fuera el último en incorporarse a la gama de Mazda. En efecto, nos estamos refiriendo al CX-3. Un vehículo que la marca nipona puso a la venta hace poco más de un año para cubrir el hueco vacío que tenía dentro del segmento de los todocaminos urbanos.

Lo mejor de dos

Sin embargo, nada más ponernos frente a él, es fácil llegar a la conclusión de que el CX-3 se halla a medio camino entre un Mazda2 y un CX-5, o lo que es lo mismo, entre un urbano y un SUV. Y como fue concebido para ser un todocamino urbano, los diseñadores e ingenieros de Mazda han integrado diferentes elementos que son característicos del CX-5, como una altura libre al suelo ligeramente mayor, una carrocería protegida en su parte inferior por un plástico negro o la posibilidad de equipar la tracción integral.

Ahora bien, si tuviéramos que decir a cuál de los dos hermanos se parece, la respuesta sería, claramente, al primero. No en vano, no solo comparte la misma plataforma, sino que ambos modelos son como dos gotas de agua.

Entra por los ojos

Bien es cierto que el CX-3 es mucho más largo, 4,27 metros en vez de 4,06, algo más ancho, 1,76 metros frente a 1,69, y ligeramente más alto, 1,53 m en lugar de 1,49; pero esos 21 centímetros extra de longitud, los 7 de anchura y los 4 de alto, han servido para diseñar un coche mucho más vistoso que el urbano. Así lo demuestra con la inclusión de  un morro más afilado y de una zaga ligeramente más voluminosa. El hecho de contar con los comentados plásticos protectores le confiere una apariencia mucho más robusta.

El habitáculo, por su parte, es prácticamente idéntico al del Mazda2. Presenta un diseño asimétrico ya que la salida de aire del conductor es circular, mientras que la del copiloto es horizontal. El salpicadero está recubierto de plásticos duros y la consola central está presidida por una pantalla de 7 pulgadas que se maneja a través de un mando circular situado en el túnel central. La disposición de los mandos es buena y el conductor llegará a ellos sin problema. Eso sí, la ruleta central nos ha dado la sensación de estar colocada algo atrás. Un dato curioso es que el cuadro de instrumentos varía su forma en el acabado más alto, el Luxury de nuestra unidad, pues en la esfera central se muestra un cuentarrevoluciones analógico con un velocímetro digital, mientras que en el Style, el cuentarrevoluciones es digital trasladándose a la pantalla izquierda al tiempo que el velocímetro es analógico y copa el reloj más grande. Además, nuestro acabado se completa con un Head-Up Display en forma de membrana transparente.  

Puedes llevar más bultos

Las plazas delanteras son realmente cómodas, con un buen mullido y una sujeción notable… incluso pese a ser de cuero –bitono en nuestro caso-. Además, dado que deriva directamente del urbano, el conductor podrá ir en una posición más baja de lo que habitualmente está permitido en este tipo de vehículos.

La zona trasera, por su parte, es algo más angosta ya que las ventanillas son bastante más pequeñas que las delanteras, la superficie de chapa de la puerta es más amplia y las butacas están colocadas algo más abajo. Los asientos recogen bien, pero el espacio será justo para que viajen tres adultos. Si sólo se colocan dos, no habrá problemas, ni siquiera en el hueco para las piernas… siempre y cuando no sobrepases los 1,83 metros de altura. Algo similar ocurre con el espacio para la cabeza. En definitiva, nada nuevo si tenemos en cuenta que posee la misma batalla, 2,57 metros, que el Mazda 2.  

  • Ficha Técnica Mazda CX-3 1.5 Skyactiv-D 105 CV AWD Aut.

Motor: Diésel, cuatro cilindros en línea

Cilindrada: 1.499 cm3

Potencia: 105 CV a 4.000 rpm

Par: 270 Nm entre 1.600 y 2.500 rpm

Velocidad Máxima: 172 km/h

0-100 km/h: 11,9 seg.

Consumo (urbano/extraurb./mixto): 5,6 / 4,9 / 5,2 l/100 km

Emisiones CO2: 136 gr/km

Dimensiones: 4.275 / 1.765 / 1.535 milímetros

Maletero: 350-1.260 litros

Peso: 1.370 kg.

Cambio: Automática con convertidor de par, de seis velocidades

Depósito: 44 litros

Precio: 28.030 euros

En cambio, el maletero sí se beneficia de ese crecimiento antes mencionado, pues parte de su longitud y de su anchura se ha aprovechado para ofrecer un hueco más amplio. En concreto estamos hablando de que el CX-3 cubica 350 litros, es decir, 70 más que el urbano. Un volumen en el que se incluye el doble fondo que resulta muy práctico para depositar objetos de valor.

Sin fisuras

Ya te hemos dicho que el acabado de nuestra unidad corresponde al más alto de la gama que actualmente se vende en nuestro país: el Luxury. También es el más caro, pues cuesta 28.030 euros de partida. Ahora bien, a diferencia del Style, el otro que hay, se añaden llantas de 18 pulgadas, navegador, Head-Up Display, cámara trasera con sensores de aparcamiento, sensores de luz y lluvia, faros delanteros y traseros de tipo LED, acceso y arranque sin llave, elementos cromados… dejando como únicas opciones el Pack Luxury con sistema de alerta por cambio involuntario de carril y lunas traseras tintadas o la llamativa pintura metalizada de nuestra unidad.

Pocos lo pedirán así

Para la realización de esta prueba optamos por una asociación un poco rara como es la de combinar el motor diésel de 1.5 litros y 105 CV con el cambio automático y la tracción integral. Como hemos comentado antes, al estar encuadrado como un SUV, lo normal es que pueda ofrecer variantes con tracción integral. Sin embargo, si observamos algunos de sus principales rivales como el Renault Captur o el Peugeot 2008, vemos que en sus gamas no hay ni rastro de las siglas AWD o de los anagramas 4x4. Sí, ambos cuentan con unos sistemas que mejoran la adherencia en suelos deslizantes, pero no son un 4x4 al uso. Por eso, este CX-3 no sólo destaca estéticamente, sino también en lo que a comportamiento se refiere.

El motor es una delicia, tal y como comprobamos anteriormente con el Mazda 3. Tiene empuje más que de sobra para que viajen cuatro adultos en su interior. Un hecho al que contribuye el tener un par máximo de 270 Nm disponibles desde las 1.600 rpm, lo que se traduce en pisar el acelerador y ‘salir escopetado’. Ahora bien, en comparación con el del compacto, el que monta este CX-3 se deja notar en exceso. Ello se debe a que los ingenieros no han metido mano todavía para incluir la tecnología Natural Sound Smoother que reduce la sonoridad y las vibraciones.

Asimismo, el combinarlo con la caja de cambios automática no ayuda demasiado. Dicha transmisión, con convertidor de par y de seis marchas, tiende a revolucionar en exceso al motor, sobre todo en las fases de aceleración, desprendiendo un sonido molesto y una vibración excesiva. El consumo tampoco mejora, ya que los 6,4 l/100 km que marcamos en nuestro trayecto habitual nos parecieron demasiados para un coche de sus características. Para ello, lo mejor será poner la palanca en modo manual y gestionarlo con las levas situadas tras el volante. Una incomodidad que es exclusiva de las situaciones en las que requerimos cambios de marcha constantes, como la conducción urbana o la que podamos realizar por tramos secundarios.

Lo bueno es que la elasticidad del motor nos permitirá afrontar adelantamientos y zonas con curvas sin ningún tipo de preocupación. A ello se une una dirección rápida y con una respuesta ágil, así como un chasis excepcional que nos consiente enlazar curvas con muchísima facilidad. La suspensión cuenta con un tarado blandito que, en cambio, no repercute en un balanceo excesivo de la carrocería cuando circulamos algo más ‘ligeros’. Todo ello sin olvidar una tracción integral que nos permitirá elevar un poquito más el nivel y que eliminará casi de un plumazo la tendencia subviradora –irse de morro- del modelo.

Además, tener inscrito en el portón trasero las siglas AWD nos puede incluso dar pie a sacarlo más allá del asfalto. Sin embargo, ese carácter SUV del que hemos hablado repetidamente en esta prueba, se diluye en detrimento de un comportamiento más urbano. Y es que hay que tener claro que el CX-3 no es un SUV al 100%, es una mezcla entre un urbanita y un todocamino con todo lo bueno que ello conlleva… pero también con la parte negativa de tener que elegir entre dos mundos.

¿Preparado para lo siguiente?

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