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Prueba: Nissan GT-R – Un juguete peligroso

Millones de personas ya lo han probado en los circuitos más conocidos del mundo, pero muy pocos son los afortunados que lo han visto en realidad.

Estamos hablando, por supuesto, del Nissan GT-R, el rey del «Gran Turismo» –uno de los juegos más vendidos de la Playstation– y un superdeportivo exclusivo procedente de Japón. Desde sus inicios y hasta el año 2012 Nissan tan solo ha vendido 119 unidades del GT-R en Alemania. Si bien con esta cifra los japoneses se sitúan por detrás de Lamborghini en la estadística de exclusividad, así como muy por delante de marcas como Bentley, Ferrari o Lada, en ese mismo espacio de tiempo el VW Golf –todo un éxito en su categoría– ha llegado a 147.000 nuevos propietarios. De esta forma, el Nissan resulta lo suficientemente extraordinario como para volver locos incluso a los muniqueses, esos afortunados que pueden presumir de estar acostumbrados a ver los vehículos más caros y extraordinarios del mundo. Por eso no sorprende que más allá de los límites de la urbe sea capaz de atraer todas las miradas, en parte gracias a su característico alerón trasero situado encima de la tapa del maletero.

Diferente a todos los demás

Imponente, seguro de sí mismo y muy diferente a un deportivo clásico. Así es como se presenta el GT-R sobre un asfalto que, de inmediato, comienza a derretirse bajo sus llantas de 20 pulgadas. Aunque este coupé de alta velocidad japonés no presume tanto de sus caballos como puede hacerlo un Lamborghini o similar, para cualquier entendido resulta fácil adivinar a primera vista que este coche está predestinado a rodar al límite –sin esfuerzo alguno y sin detenerse ante nada. Imponentes pasos de rueda en la parte delantera, un faldón delantero rebajado con una parrilla de gran apertura y el mencionado alerón trasero son pistas evidentes de su potencia brutal.

Los pocos afortunados que han tenido la oportunidad que cambiar el mando de la Playstation por el volante de tacto agradable del GT-R quizá se sintieran algo desconcertados al principio. Algunos llegarán incluso a preguntarse si realmente esa lata de conservas cuesta casi 100.000 euros. El motivo no es otro que su interior, dominado por el plástico barato de acabado más bien corriente. Debido a su escasez de detalles el Nissan está a años luz de la atmósfera de lujo que se respira en un Audi R8 o en un Mercedes Benz SLS AMG, al igual que Japón de Alemania. Esta primera impresión solo se salva gracias a unos asientos deportivos perfectos que si bien parecen algo estrechos, ya en parado dejan entrever la gran sujeción que ofrecerán a sus ocupantes. Aunque también contribuye el hecho de que los japoneses hayan hecho posible un ajuste multidireccional eléctrico de los mismos con un único botón giratorio desplazable en muchas direcciones.

Golpeteos y crujidos

La primera y desilusionante impresión hace surgir la duda de si es posible que el flamante GT-R que tenemos entre manos esté estropeado. Tras arrancar el motor pulsando un botón rojo situado en el túnel central se escuchan unos ruidos lastimeros procedentes del compartimento motor, algo que no suele ser habitual en un deportivo de estas características. El cambio de doble embrague montado en el eje posterior según el principio transaxle realiza el cambio en modo D con un golpeteo metálico y sigue martilleando a medida que vamos aumentando de marcha, mientras los crujidos y chirridos producidos al rodar sobre cualquier irregularidad del piso terminan por ser lo menos inquietante del conjunto.

Lo único que logra tranquilizarnos un poco es la hoja de instrucciones que Nissan ha colocado de forma preventiva –y con muy buen criterio– en el compartimento de la guantera. En ésta que se puede leer el siguiente aviso: «Como conductor debería desarrollar una cierta sensibilidad y familiarizarse con las particularidades del Nissan GT-R, especialmente en lo que respecta a la rumorosidad del mismo», seguido de la siguiente afirmación: «Escuchará ruidos metálicos procedentes del cambio, especialmente al rodar a baja velocidad. Esto es completamente normal.» Si bien esto no disipa la duda acerca de si estos ruidos son realmente necesarios o si, por el contrario, se hubiera podido aislar mejor el GT-R, al menos llegados a este punto tenemos la seguridad de que no se desintegrará en cualquier momento.

Una máquina sonora

A más tardar al conducir por primera vez el Nissan más allá de los límites urbanos de velocidad limitada surge la solución al problema del ruido: conducir más rápido.  Es entonces cuando el GT-R se convierte en una potente máquina sonora que deja escapar hacia el exterior su amplia tonalidad a través de los tubos de escape de grandes dimensiones amortiguando así cualquier ruido molesto procedente del mismo.

Por lo tanto, conducir a gran velocidad se convierte en algo fundamental en este cuatro plazas de 1,8 toneladas de peso. Y eso que a primera vista su propulsor parece ser bastante inofensivo, ya que se trata de un V6 de 3,6 litros. Está claro que se trata de una cilindrada pequeña, pero ¿resulta suficiente para hacer frente a bólidos equipados con motores V8, V10 o V12? Y la respuesta es clara: ¡por supuesto!  Los ingenieros de Nissan han logrado obtener de este propulsor equipado con dos turbocompresores la imponente cifra de 550 CV, así como un par motor de 632 Nm a 3.200 vueltas.

Tracción integral en caso de necesidad

En caso de que la tracción sea buena el 100% la fuerza es trasladado a las ruedas traseras. Sus gomas de 285 mm se esfuerzan por transmitir toda la potencia al asfalto sin perder un ápice de fuerza y convertirla en un imponente impulso hacia adelante. En caso de que la superficie de las gomas no sea suficiente, en cuestión de segundos hasta el 50% del par es trasladado al eje delantero. Esto resulta suficiente para obtener en todo momento la máxima adherencia, lo que hace que la dirección se muestre segura y precisa.

Las cifras por sí solas no logran describir con exactitud lo que ocurre al pisar a fondo el pedal del acelerador. El Nissan GT-R da un nuevo sentido a la palabra «inmediato» e inicia la aceleración sin pensárselo dos veces. El GT-R avanza hacia adelante como si hubiera sido disparado con una catapulta, lo que permite a sus ocupantes darse cuenda de lo que Newton quería decir con la inercia de las masas. Si los respaldos de los asientos delanteros no fueran tan estables, tanto el conductor como el copiloto acabarían sentados en el banco trasero –que, en cualquier caso, no es apto para que se siente nadie– o en el maletero.

Menos de tres segundos

La aguja del tacómetro supera la marca de los 100 km/h antes de que podamos contar hasta tres. El GT-R alcanza dicho límite en un sorprendente tiempo de tan solo 2,8 segundos, lo que equivale casi a una aceleración en caída libre. De esta forma, el deportivo de Nissan se sitúa a un nivel que muy pocos coches pueden alcanzar. El Bugatti Veyron, por ejemplo, sí logra un tiempo de aceleración de 2,5 segundos. En cambio un Bentley Continental necesita 3,9 segundos, el Audi R8 GT 3,6 segundos y un Porsche 911 GT2 3,5 segundos. El hecho de que, aun así, todos sin excepción sean capaces de superar al Nissan reside en la velocidad máxima de «solo» 315 km/h, una cifra que todos los demás superan con creces. Esto se debe sobre todo al cambio, que ha de conformarse con tan solo seis marchas –aunque los ingenieros ya trabajan en una séptima relación de transmisión, ésta todavía tardará en llegar.

Un simple vistazo a los indicadores digitales de ajuste libre diseñados por Polyphony Digital –los creadores del juego de la Playstation– que informan al conductor acerca de la presión del aceite, la presión de carga, las fuerzas G a la hora de acelerar, frenar y desplazarse lateralmente, así como de otros muchos datos importantes nos hace comprender que el GT-R es un juguete peligroso. Si al conducir por ciudad uno se despista lo más mínimo y pisa el pedal del acelerador con algo más de fuerza de lo necesario entonces los problemas con el conductor delante o con las fuerzas del orden no tardarán en llegar. En cambio, si uno mantiene todos los sentidos puestos en lo que tiene entre manos el GT-R permite dosificar sorprendentemente bien la fuerza, dando la impresión de ser tratarse de un deportivo dócil.

Precisión perfecta

En ningún caso manso, pero extremadamente preciso es como se presenta este Nissan de alto rendimiento en recorridos sinuosos. En este caso la tracción integral desarrolla todo su potencial y en el momento justo el ordenador envía suficiente fuerza a la parte delantera para que al acelerar para salir de la curva el GT-R no pierda la línea trazada; el resto corre a cargo del ESP. Los que prefieran derrapar pueden utilizar el interruptor basculante para cambiar el estabilizador a modo deportivo. Además, también es posible endurecer los procesos de cambio y el chasis. Si bien en tal caso el cambio comienza a manejar las marchas con la máxima precisión posible, el GT-R en su configuración más rígida sigue manteniendo un confort de suspensión sorprendentemente elevado.

Y no solo eso, sino que a pesar de que este Nissan es más rudo y tosco que los deportivos habituales, esto no le convierte en un automóvil de carreras puro y duro. Su maletero tiene cabida para dos bolsas de viaje y el climatizador, los asientos calefactados, el sistema de navegación, así como una excelente instalación Bose, que con su excepcional sonido procedente de 11 altavoces es capaz de amortiguar el ensordecedor ruido del motor, vienen de serie. Si el alerón trasero resulta molesto a la hora de aparcar también se pueden encargar sensores de aparcamiento –el único equipamiento opcional.

Precio de ganga

Todo lo demás está incluido en un precio de apenas 100.990 euros. Lo que en un principio no parece ser precisamente una ganga acaba por serlo tras echar un vistazo a las listas de precios de los competidores. Normalmente, una potencia de 550 CV solo se encuentra por el doble de precio, además de una larga lista de extras de precio adicional. A la vista de este ahorro, la factura del repostaje tampoco nos parecerá nada del otro mundo.

Si bien según el fabricante este Nissan tan solo consume 11,8 litros a los 100 km –preferiblemente de gasolina súperplus–, parece que los japoneses se han olvidado de informar al propio GT-R al respecto y uno se extraña de cómo se ha podido obtener este resultado en una prueba homologada de la UE. En la práctica uno se puede dar por satisfecho si logra mantener el GT-R en unos 20 litros, aunque los 30 litros también son posibles sin mayor esfuerzo.

Conclusión

Con el GT-R Nissan traslada las buenas vibraciones de la Playstation a la carretera. El héroe de la simulación digital de carreras es en realidad un maestro de lo extremo. En apenas tres segundos este aparentemente desvencijado coupé que emite unos ruidos sumamente sospechosos se convierte en un deportivo de alto rendimiento con un desgarrador sonido que se pega como una lapa al asfalto y traslada a su conductor a un mundo de velocidades imposibles.

Y lo mejor es que, a diferencia de otros deportivos y pese a su imponente potencia, Nissan ha mantenido un excelente confort de conducción. Los asientos deportivos invitan a recorrer largas distancias, el sistema de sonido es ejemplar y el maletero es algo más que un mero compartimento portaobjetos. Y en comparación con otros de superdeportivos de 550 CV, este japonés está disponible por algo más de 100.000 euros.

¿Preparado para lo siguiente?

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