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Prueba: Rolls-Royce Phantom – Mi coche es mi casa

Sin que nadie lo note, en el momento en que nos entregan el coche de prueba analizamos sus dimensiones. Son simplemente muy pocos los vehículos que pueden mover casi sin esfuerzo unos seis metros de longitud exterior.

En más de un 80% de los casos, los Rolls Royce los compran personas que desean conducir "ellos mismos" y, por lo tanto, está claro que con los criterios de prueba aplicados normalmente no se hace justicia a este coche: ¿quién desearía aparcar un mastodonte de estas dimensiones? ¿Cuál es el grupo objetivo? ¿Para quién sería iría dirigida una prueba como ésta? "Distancia de frenado 40,4 m, aceleración 6,4 s, velocidad máxima 243 km/h. Sin percepción del ruido exterior a una velocidad de 200 km/h." Michael Blumenstein

Por lo visto, a la hora de comprar un Phantom de más de 400.000 euros se tienen en cuenta otros criterios diferentes a la idoneidad para su uso diario o el espacio para aparcar dentro de la ciudad. Sin embargo, y tras recorrer unos cuantos metros, el Phantom nos descubre el motivo de su existencia. Si se tratara de un ser humano, estaría por encima de todas las cosas, todas las cosas terrenales. Y esto se transmite a su estilo de conducción.

Llegar al destino no es el objetivo...

El gentío de la calle no consigue llegar al interior del habitáculo y el ajetreo de un tráfico en hora punta queda reservado para los demás. La expresión "preferencia integrada" despliega todo su significado: la preferencia de paso no se otorga, sino que el resto de los conductores la dan por asumida. No de forma tímida o con expresión de fastidio, sino de manera natural. Uno se sorprende intuyendo una cierta sensación de compasión, aunque no se advierte ningún indicio claro.

"Motor extremadamente silencioso, dirección sorprendentemente directa (nerviosa). Confort limitado a baja velocidad (suspensión neumática). ¿Qué es el botón "boot"? Algo que resulta muy cómodo: las puertas traseras se cierran desde dentro con tan sólo pulsar un botón." Michael Blumenstein y Mario Hommen

Si echamos un vistazo al cuadro de mandos, nos sorprendemos al comprobar que la velocidad no supera los 50 km/h y que la tranquilidad comienza a invadirlo todo. El objetivo continúa estando lejos y eso es bueno. El tiempo pasa a un segundo plano y la propia conducción también. Los semáforos en rojo se convierten en una oportuna parada y uno disfruta del momento mirando a su alrededor. La vista se desliza por encima de los refuerzos de cuero de los bordes de los asientos y, a decir verdad, el volante es lo más bonito de la historia del automovilismo. Las filigranas del "brazo de la dirección" llaman la atención, el reloj central analógico oculta en gran medida la pantalla del navegador, el cual se percibe como un elemento perturbador procedente del mundo exterior y que comparte la misma suerte que el excelente equipo de sonido.

... a uno le entran ganas de mudarse a este coche

"Navegador: el antiguo i-drive de BMW, resulta incómodo de manejar." Al desplegar el monitor no hay manera de ver la hora en el reloj. Una sensación de prestigio sin precedentes, todos miran hacia la parte de atrás y no al conductor. En la vida había visto un cuero de tal calidad." Mario Hommen

Las fotos hacen justicia al coche y las mediciones también. Sin embargo, la cuenta corriente no lo hace. Uno se descubre estudiando la cotización de la bolsa y se pregunta en secreto qué aspecto tiene el salón de la persona que se puede permitir el lujo de conducir un Phantom. Y le entran ganas de preguntarle a la mujer si eso de la búsqueda de piso puede esperar, ya que en la parte delantera seguro que aún hay sitio para una ducha y para la máquina de espresso; en la parte de atrás podríamos disfrutar del cielo estrellado, incluso en días lluviosos. Esto debería convencerla.

Tras tres días de pruebas, uno está contento de tener que devolver el coche, aunque cuando nos paramos a pensar en el sentido que tendría un coche de este tipo en nuestras propias vidas, los pensamientos comienzan a dar paso a la locura. Mejor que nadie sepa lo que estamos pensando. Sin embargo, una cosa está clara: con la entrada en el mercado del Rolls Royce Phantom existirá un coche que nadie necesita, pero que aun así cumple una finalidad: hacer feliz a su propietario.

En realidad, todos deberíamos tener uno.

¿Preparado para lo siguiente?

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